Puertode Santa Cruz

Un día entero para llegar. Casa, autobús, autobús, AVE, metro, metro,metro, una larga espera, avión, coche, casa de Roberto. En medio pequeños detalles: por qué siempre va el 51 que lleva a la estación antes que el 21 donde voy yo y tengo que esperar otro? Por qué no me había preguntado antes a qué terminal debía ir? Qué se tiene que hacercuando tu vuelo sale con cuatro horas y media de retraso, cómo se puede hacer para aprender el manejo de un nuevo coche en tres minutos, las luces, la gasolina, la música, el tacto de los pedales? Por qué lo aparqué mal y tuve que moverlo? Por qué tenía que llover y soplar viento de esa manera en Tenerife la noche que llegué? Ya, ya. Preguntas de pijo. Llegué bien al Puerto de Santa Cruz, con la lección bien aprendida y sin dificultad de llaves.
El piso de Roberto de puta madre. Parece un piso de chica de lo cuidado que lo tiene.
Aquí a las tiendas de comestiblesy ultramarinos les llaman fruterías. Además de fruta, plátanos, guayabas, mangos, fruta bomba, o sea, papaya que ponen la frutería con un olor que resucita, también hay otras cositas. Por ejemplo una comida venezolana que, mira tú, ya me olvidé cómo se llama, parecida al tamal nicaragüense.
Me cogí el coche y me fui para el centro. Bárbaro, chico! Un buen recorridito por lo viejo que queda de Puerto. Casas con colores americanos: rojos, verdes, ocres, azules con mezclas inverosímiles. Casitas bajas como las parceles de Torrero solo que con más color.
Calorcito, chico, diciembre y calorcito, chico. Sobra todo. Una hora menos y varios grados más que en la Península. Y mar.
El resto guirilandia, guiri, guiri, guiri, guiri, guiri, guiri, guiri, todos somos guiris menos los de aquí.
Hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Aquí les da por tirar petardos. Noche no familiar, a millas de casa. Frutita y yogur. Mañana será otro día
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